Novedades La pandemia y la guerra

La pandemia y la guerra

A lo largo de esta seria crisis generada por la pandemia del coronavirus se ha recurrido hasta el cansancio en la analogía con la guerra. Diversos analistas siguiendo esta analogía refieren que lo más importante en una guerra es la logística y, según ellos, eso es lo que precisamente está fallando y, por ende, la situación nos está ganando. ¿Estamos perdiendo la guerra por un problema logístico?

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La pandemia y la guerra

De ser así, la cosa no luciría tan complicada. Entremos más a fondo en el tema, manteniendo la analogía de la guerra.

¿Qué es lo más importante en una guerra? Con todo lo importante que pueda ser la logística, a mi entender, no es lo más crítico, ni ocupa el primer lugar en términos de importancia. No, lo más importante para una guerra no es la logística; así como tampoco, con toda su complejidad, es lo más complejo. Lo más crítico, importante y difícil de manejar para una guerra es la capacidad de movilizar a toda la población hacia la guerra, tal como se muestra en innumerables casos la historia del mundo. Y, en ese tema, en esta pandemia, estamos fallando en toda la línea.

Ver que estamos fallando, es simple, está a plena vista. A pesar de todas las indicaciones, advertencias, campañas y castigos, la población hace caso omiso a las indicaciones de distanciamiento social. ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Por qué se está fallando en movilizar a toda la población hacia el enfrentamiento de la pandemia? ¿por qué no se logra algo tan obvio para ralentizar la evolución de los contagios y tengamos capacidad de atender a los afectados, hasta que se logre la vacuna?

Hay dos grandes y complejas razones subyacentes en la indolencia generalizada hacia el cumplimiento del distanciamiento social y tienen que ver con dos grandes temas de nuestra estructura social y económica. Me refiero a (1) la falta de unidad social y a (2) la dependencia de un gran segmento poblacional del ingreso, día a día, para su sobrevivencia.

Lamentablemente, ninguno de estos temas son algo que se pueden resolver de la noche a la mañana, son temas de largo plazo, especialmente el primero de ellos. La falta de unidad social ha sido una constante en nuestra sociedad, por más referencias que hagamos al mundial de Rusia. La falta de unidad social tiene que ver con la percepción de los miembros de la sociedad que su futuro no está vinculado con el futuro de la sociedad, qué si a la sociedad le va bien, a él le irá bien. Más allá de las razones que están detrás, se tiene la carencia de una visión de destino común, de objetivos compartidos que obligan a una acción conjunta y coordinada. En este contexto, enfrentar un problema como la pandemia actual, intrínsecamente de raíz y naturaleza de interdependencia social, es algo totalmente cuesta arriba.

El segundo tema amplifica el segundo; si bien, en el corto plazo, es algo que se podría manejar a un alto costo económico, tal como lo intentó el gobierno. Un gran segmento de nuestra población su sobrevivencia depende de sus ingresos que reciben por el trabajo del día, dejar de trabajar es interrumpir estos ingresos y, por ende, sus posibilidades de vida. Por el distanciamiento social hay que pedirles que no trabaje, pero esto obliga a compensarlo, a comprarle ese tiempo, lo cual implica una transferencia de recursos que le permita sobrevivir al individuo y su grupo familiar. De tenerse una concepción de unidad social, los individuos lo sobrellevarían con un ingreso mínimo de sobrevivencia y con la confianza necesaria de una preocupación del resto de la sociedad hacia su persona. Pero esto no ocurre, ni en el plano individual, ni en el plano social. En el plano individual no se tiene la confianza, ni la predisposición. En el plano social, el proceso para llegar a los individuos con la transferencia ha sido engorroso, lento y parcial (aquí si hay un tema logístico), pero no solo eso, no se ha dado garantías de que esto sea posible de mantener en los tiempos involucrados en la consecución de una vacuna.

La situación actual muestra un incumplimiento bastante generalizado de la distancia social a pesar de los riesgos de salud que enfrenta el individuo; a pesar de las amenazas de multas, muerte civil, cárcel; y de un entorno cuasi-policíaco. No tenemos los elementos para enfrentar la guerra, solo queda asumir los costos de esta; costos sanitarios y de vidas involucrados, esperando que esto no desemboque en un gran desborde social.

Si desea comunicarse con el profesor e investigador Sergio Chión, escribir a sjchion@pucp.edu.pe

CENTRUM PUCP se reserva sobre las opiniones personales presentadas en este artículo.

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