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Autor: Iván De La Vega
Liderar la innovabilidad pasa, sin lugar a dudas, por incorporar competencias que involucran una nueva concepción del mundo cognitivamente hablando. Es entender desde lo conceptual que estaríamos operando en un nuevo espacio con referencias distintas. La innovabilidad aspira a convertirse en un enfoque con impacto global, debido a que, en realidad, es un cambio radical en la forma que interactuamos con el medio que nos rodea, es decir, con la naturaleza (el planeta). No se trata de obviar, o minimizar, las múltiples iniciativas que se identifican con acciones en pro del medio ambiente tales cómo, por ejemplo, mejoras incrementales y radicales, o modelos que ayuden a describir y analizar las interacciones de los actores sociales o, incluso, la relación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por el contrario, todas estas iniciativas forman parte de la innovabilidad, dado que es una forma de vida consciente que requiere de actos continuos que mejoren el entorno.
En la serie de editoriales precedentes sobre innovabilidad que están en esta misma web, he señalado que la innovabilidad se define como el proceso de aplicación de estrategias que buscan desarrollar productos, procesos, servicios, cambios organizacionales, ideas novedosas de marketing, nuevos modelos de negocios (o combinación de ellas), hacia adentro y hacia afuera de la organización, pensando en generar una mayor competitividad (más valor), a través de prácticas sostenibles.
Entonces, liderar la innovabilidad significa, en realidad, realizar actos reflexivos de forma continua que generen impactos positivos. Es gestionar de forma coherente las actividades que realizamos desde lo individual, familiar, organizacional e, incluso, fomentar ecosistemas de innovabilidad. Esto comienza con un proceso cognitivo de pensamiento (psicosocial y socio dinámico) en el que cada persona interactúe con la naturaleza generando un valor de retorno medido con un nuevo set de indicadores. La innovabilidad es el vínculo entre el progreso tecnológico y el compromiso ético que promueve procesos que benefician al planeta y, por ende, a sus habitantes. Esto significa que la conducta pro-innovabilidad va más allá de una estrategia empresarial; tiene que ver más con una filosofía transformadora de las personas y de las organizaciones que enfrentan desafíos globales como, por ejemplo, el cambio climático. Liderar la innovabilidad significa, a final de cuentas, gestionar el cambio capacitando a las personas, a los equipos de trabajo y a los tomadores de decisiones, para pensar de manera disruptiva incorporando al impacto ambiental y social en el proceso.