
Este editorial lo quiero iniciar planteando la siguiente pregunta: ¿cuál es el enfoque estratégico más viable para anticipar, mitigar y transformar los riesgos globales a los que nos enfrentamos como organismos humanos que formamos parte de un ecosistema vivo complejo que cohabita en el planeta tierra?
La primera parte de la respuesta la quiero centrar en la comprensión filosófica de lo que hemos denominado el enfoque sistémico de la innovabilidad, el cual reconoce al ser humano no como centro, sino como parte de un entramado vivo interdependiente que opera en un entorno complejo con equilibrios complementarios.
La segunda respuesta la dirijo hacia el análisis del entorno global, el cual incluye distintas aristas que están interconectadas por el riesgo que cada una de ellas implica para el planeta. De lejos, el mayor problema de todos es la severa crisis climática que está en desarrollo; tampoco podemos dejar de lado la incertidumbre geopolítica que pareciera no aminorar a pesar de contar con una “mayor consciencia” de lo que implican decisiones como las que están asociadas a temas de carácter bélico y otras formas de dominación y control social. Este tipo de riesgos están imbricados y asociados a la aceleración de la convergencia tecnocientífica que afecta a distintas escalas al planeta.
Bajo el marco anterior, emerge el enfoque de la innovabilidad como paradigma de respuesta sistémica, debido a que el mismo reconoce el progreso tecnocientífico y su impacto en el crecimiento socioeconómico, pero sólo dentro de un marco de equidad global. Esto significa redefinir los modos de producción, de consumo y de organización social. En este sentido, propongo el análisis desde la teoría social de sistemas de Luhmann que se basa en la autopoiesis y que se fundamenta en que estos sistemas son complejos, dinámicos y que se producen y reproducen a sí mismos a través de la comunicación. Si esta dinámica se cumple, entonces estamos frente a la capacidad de que los sistemas generen y mantengan su propia estructura y función de forma autónoma. Esto significaría que, añadiendo las competencias de innovabilidad social, el sistema de comunicación mejoraría y estaríamos frente a una nueva forma concebir nuestras acciones psicosociales, socio-dinámicas y organizaciones.
El enfoque anteriormente mencionado es de carácter transversal y evolutivo, y su adopción como un propósito de vida totalmente consciente es fundamental para la mitigación de los riesgos globales que nos asechan en la actualidad. Este hecho permitirá conectar la inteligencia tecnocientífica, la creatividad e imaginación empresarial y la acción política hacia este propósito común que busca garantizar el bienestar humano sin comprometer la estabilidad planetaria.
El mensaje que debería llevarse el lector de este editorial es que el del planeta, como ecosistema vivo, debe pasar por este tipo de decisiones estratégicas, las cuales deben ser tomadas principalmente, por parte de las naciones, todo tipo de organizaciones y por las estructuras unidimensionales de producción de innovabilidad que somos todos y cada uno de nosotros. con el fin de que adoptemos el enfoque sistémico de la innovabilidad y, de esa forma, lideremos la transición hacia un nuevo contrato socio-ecológico, donde el éxito no se mida sólo por el crecimiento del PIB, sino por el impacto positivo que generamos como macro huella de carbono.