Autor: Iván de la Vega Hernández
El autor James Higgins introdujo en 1994 un axioma marcador que no sólo sigue vigente, sino que tiene más resonancia hoy en día que en la propia década de los años 90 del siglo pasado. Este profesor-investigador publicó entre otros trabajos de lectura obligatoria un libro titulado “Innovate or Evaporate: Test & Improve Your Organization’s IQ: Its Innovation Quotient”, y en 1996 un artículo titulado “Innovate or evaporate: Creative techniques for strategists”, en los que plantea las bases para ser más innovadores. Higgins establece que se puede obtener una ventaja competitiva estratégica logrando una diferenciación alta, o un coste bajo o, incluso, la relación entre ambos aspectos y esto se alcanza innovando.
Este planteamiento fuerza sobre la innovación no sólo ha ido evolucionando, sino que se ha convertido en el factor clave de la diferenciación de las organizaciones en entornos cada vez más dinámicos y cambiantes y viene precedido de una corriente de pensamiento neoschumpeteriana que ha ido derivando en múltiples ramificaciones.
Ahora bien, evolucionar de la innovación a la innovabilidad es en realidad un nuevo salto cuántico conceptual y de aplicabilidad; sí, como lo estás leyendo, esta variación conceptual no es menor y pasa por situar en el centro de las propuestas o iniciativas que todos desarrollamos a escala individual y organizacional al planeta en toda su dimensión como parte de la búsqueda de nuevas maneras de hacer las cosas, dado que el mayor problema que tenemos todos es el cambio climático. Ya no es suficiente con innovar, sino que ahora se requiere de altas dosis de creatividad para que cada acción que emprendamos deba ser pensada para impactar positivamente en nuestro environment en cualquiera de sus formas.
Un punto que aclaramos de entrada, es que cuando hablamos de innovabilizar en las organizaciones no significa que estemos diciendo que vas a dejar de percibir ingresos, en realidad es buscar creativamente nuevas formas de hacer las cosas sin dejar de ser competitivos; incluso, usando al marketing como aliado para buscar diferenciarte indicando que podrías posicionarte en otra dimensión en cuanto a la competencia, precisamente, por cuidar el environment y esto es clave entenderlo temprano en el juego. La innovabilidad debe ir hacia la regeneratividad y debemos relacionarla con cada acción que emprendamos; esto suena a complejidad, pero en la práctica no es así.
Este proceso comienza con las acciones individuales de cada uno de nosotros y luego se va escalando al ámbito familiar, a la organización donde trabajas, escalarlo a sectores, países e, incluso, tiene que ver con decisiones a escala planetaria, asociadas, por ejemplo, a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entonces, por lo dicho en los párrafos precedentes, debemos adquirir competencias para la innovabilidad. El desarrollo de habilidades en una persona significa que desempeña actividades con mejores resultados y de forma sostenible. El primer factor se relaciona con los conocimientos para saber hacer las cosas. El segundo factor se vincula con las habilidades para hacer las cosas bien y eso se alinea con la experiencia. El tercer factor lo constituyen las actitudes y esto cierra el circulo, dado que tiene que ver con el querer hacer las cosas bien.
Nota: en un Editorial anterior del Observatorio de Innovación y Sostenibilidad se definió el
concepto de innovabilidad.
CENTRUM PUCP se reserva sobre las opiniones personales presentadas en este artículo.