A 10 semanas del estado de emergencia, con la promesa de una salida gradual, tenemos una vez más ante nosotros una extensión de la cuarentena obligatoria a finalizar a fines de Junio. ¿Es lo que esperábamos? No. ¿Es lo que se necesita? Tal vez. Pero, más importante, ¿se pudo hacer algo distinto? Sin duda alguna, sí.
En este proceso hemos aprendido todos: el gobierno ha tenido que aprender a enfrentarse a un pueblo que poco a poco perdía la paciencia y la fe en las medidas; el pueblo tuvo que aprender a adaptarse a un confinamiento obligatorio y buscar la subsistencia sobre la base de ahorros o a otras fuentes de ingreso, y las empresas tuvieron que reinventarse para llevar sus procesos a través de una pantalla, o en muchos otros casos, simplemente tuvieron que cerrar temporalmente hasta el fin de la cuarentena. Errores los cometimos todos. Es un proceso de aprendizaje y nadie ha sido ajeno a ello, incluyendo organismos mundiales y gobiernos de países ricos y desarrollados. Sin embargo, que nuestra cuarentena se venga extendiendo progresivamente denota el desgaste de las alternativas que creímos factibles y una crisis social que divide a una comunidad que debería estar unida en tiempos donde la cohesión es el arma más fuerte que tenemos ante la pandemia. En las siguientes semanas iré analizando desde distintos ángulos el aspecto social, económico y político que hicieron de nuestra solución una que no resultó como esperábamos.
Si desea comunicarse con el profesor e investigador de CENTRUM PUCP, Percy Marquina, escribir a percy.marquina@pucp.edu.pe
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