Comprender cómo opera la desinformación ha sido, es y será un imperativo para la humanidad. Y es que, la desinformación —«definida como información que representa el mundo de forma engañosa con la función de engañar (capacidad de generar, de manera no accidental, creencias falsas o impedir creencias verdaderas)» (Del Río Villanueva, 2024, p. 532)— constituye gran peligro para cómo los seres humanos conocemos el mundo, hacemos sentido de él, interactuamos con él, y evaluamos y definimos nuestra propia identidad.
Múltiples esfuerzos han buscado conocer los mecanismos de la producción de desinformación —p.ej.: enfocándose en formas cada vez más “sofisticadas”, como las relacionadas a las tecnologías avanzadas que caracterizan a nuestra era—, partiendo para ello de dos presupuestos básicos: (1) la existencia de una relación diádica, esto es, por un lado, está la parte que desinforma, y, por otro lado, está la parte que es desinformada; (2) el proceso de producción de desinformación está controlado por la parte que desinforma.
Tales presupuestos, sin embargo, dejan de lado otras posibilidades de producir desinformación, como aquellas que operan en espacios destinados al diálogo político, el cual alimenta el debate público. Así, tales presupuestos invisibilizan los procesos de producción de desinformación que se hacen presentes en el periodismo, en particular, en la entrevista política de televisión en vivo (EPTV).
La EPTV está configurada por: (1) la existencia de una relación triádica, esto es, por un lado, está la persona que hace la entrevista (PHE), por otro lado, está la persona entrevistada (PE), y, adicionalmente, de manera muy importante, está la audiencia; (2) el proceso de producción de desinformación no está controlado, ni por la PHE, ni por la PE, ni por la audiencia, no, al menos, normativamente.
La EPTV constituye un proceso de producción de noticias en marcha de carácter inherentemente conversacional, «lo que determina la simultaneidad y evanescencia de su producción y consumo» (Del Río Villanueva, 2024, p. 532). Asimismo, pese a que la noticia está siendo co-construida por la interacción de la PHE y la PE, las exigencias normativas de esta institución hacen que se deba producir en ella una rendición de cuentas donde los intereses de la PHE se contraponen a los de la PE, embarcándose ambas en una interacción que es producida para y ante la audiencia. Allí, la PHE es la responsable de conducir la interacción en pro de un escrutinio que permita una debida cuenta por parte de la PE.
Por tanto, resulta primordial estudiar las prácticas conversacionales que la PHE pone en acción para construir la noticia que, a su vez, debe informar a la audiencia. Sin embargo, a partir del estudio de un caso de desinformación —que atraviesa televisión y prensa peruanas, vale decir: la desinformación se produjo en una EPTV, siendo luego recogida y difundida por varias notas periodísticas que amplificaron el impacto de la desinformación en la audiencia—, se identifican prácticas conversacionales que dan paso a la producción de desinformación (Del Río Villanueva, 2024).
Entre las prácticas conversacionales de la PHE, que derivaron en la producción de desinformación, resaltan las siguientes: «(1) la PHE inquiere a la PE por una experiencia vicaria de la cual ésta no tiene cómo dar cuenta; (2) la PHE deviene en co-autora de las respuestas a sus propias preguntas, respuestas que, normativamente, deben provenir de la PE en su calidad de fuente de información; (3) la PHE recurre a prácticas conversacionales que son características del chisme y que resultan ajenas al habla institucionalizada que caracteriza (normativamente) a la EPTV; (4) la PHE eleva a un estatus de verdad indiscutida información que, pese a no ser cierta, es incorporada en las presuposiciones de sus preguntas; (5) transversal a las prácticas previas, está la compulsión de la PHE por ocupar el turno de habla, truncando las respuestas de la PE … atentando contra la objetividad y neutralidad que le son normativamente exigidas a la PHE y, en ella, al periodismo» (Del Río Villanueva, 2024, p. 544).
Es así como, estos hallazgos no sólo extienden el conocimiento sobre cómo opera la desinformación —yendo más allá de los “sospechosos comunes”, esto es, de los paradigmas clásicos en los que se han anclado estudios previos sobre la desinformación—, sino también estos hallazgos informan a los actores vinculados para adoptar medidas correctivas y/o de cuidado a fin de impedir la producción de desinformación en instancias similares.
DATO: Este artículo deriva del estudio La construcción interaccional de la (des)información: de la entrevista política de televisión en vivo a las notas periodísticas, que tiene como autora a Carmen Amalia Del Río Villanueva, profesora investigadora de Centrum PUCP Escuela para los Buenos Negocios.
Referencias:
Del Río Villanueva, C. A. (2024). La construcción interaccional de la (des)información: de la entrevista política de televisión en vivo a las notas periodísticas. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 30(3), 531-551. https://dx.doi.org/10.5209/emp.96291